miércoles, 28 de julio de 2010

La Tortura ni es arte ni es cultura



Hoy es un día grande para el toro, hoy sabe que en Catalunya no será asesinado más, sabe que los últimos mártires se producirán aun hasta enero del 2012.
Siempre hemos sabido que la tortura ni es arte ni es cultura, almenos no lo es para un pueblo civilizado, un pueblo como el catalán que respeta la vida y aborrece la tortura.
Que defensa tiene el toro, ninguna, esta picado, apuntillado, banderilleado y por último mareado con un señuelo aprovechando que enviste con los ojos cerrados y finalmente insertado con una espada hasta la muerte, y en el caso de que el asesino sea mas inútil de lo normal, rematado con un estoque a sangre fría.
A esta barbarie le llaman “La fiesta Nacional”, “fiesta de interés cultural” es normal, que otra cosa se espera del pueblo español, un pueblo que siempre se ha destacado por su barbarie tanto social como política.

¿Que es la “Fiesta Nacional”?, veamos.....

Antes de la corrida se encierra al toro en un cajón oscuro (chiquero), que le produce un efecto aterrador, este es el objetivo, aterrar al Toro. Cuando lo sueltan y antes de que llegue al ruedo le clavan el primer arpón de puntas aceradas (divisa) que es el indicador del criador del Toro.
El Toro previamente maltratado, manipulado, encerrado en la oscuridad y con el dolor que le produce la divisa, recorre al galope el ruedo en una actitud aparentemente furiosa. Realmente, cuando el toro desemboca en la plaza, es un animal que busca la salida presa del terror y el dolor.
El primer salvaje, o sea, el picador debe clavar la pica en el cuello del toro delante de la cruz. La pica penetrar sólo la punta de acero de 3 centímetros, pero el susodicho salvaje clava también los 11 centímetros que siguen hasta el tope en señal de su poder frente al Toro, esta actuación tan cobarde produce en el Toro una herida de hasta 14 centímetros de profundidad y hasta 40 de extensión, que producen al toro un dolor intensísimo que lo destroza por dentro. Algunos picadores retuercen la pica para aumentar la penetración, haciendo de ésta una proyección de su propio pene, se apoyan en la barrera y hieren detrás del morrillo o en el costado para provocar una hemorragia abundante o la perforación del pulmón. Si el toro le parece al torero demasiado peligroso el picador lo «castiga» escrupulosamente dejándolo chorreando sangre, medio muerto y limitado grandemente en su capacidad de movimiento. Cada toro recibe una media de 3 ó 4 puyazos o más.
Después de que los picadores dejan al toro destrozado, el torero (asesino mayor) demuestra su «valor» dándole pases de muleta, agotándolo por el esfuerzo y la pérdida de sangre. El toro además de mansurrón es un animal miope, daltónico, torpe e ingenuo que embiste al trapo que agitan delante de él, creyéndole culpable de sus males. Llaman asesino al toro que no se deja engañar y embiste al hombre.
Las banderillas terminan en afilados arpones metálicos de 5 centímetros y más largos aún en las banderillas negras. Los banderilleros clavan 4 ó 6 de estos arpones en las mismas horribles heridas de los puyazos o cerca de ellas. A cada movimiento del toro, las banderillas se mueven haciendo que los arpones horaden y desgarren cada vez más la carne, aumentando la hemorragia y «completando» la sádica labor del picador. El terrible dolor que le producen todas estas heridas y el destrozo de los músculos del cuello, es lo que obliga al toro a agachar la cabeza. Cuando el toro llega al ruedo tiene el «grave defecto» (debe ser un «error» de la Naturaleza) de llevar la cabeza alta. En esta postura, para matarlo, el torero se tendría que subir a una escalera para clavarle la espada y esto no sería práctico ni conforme a la sublime «dignidad» de estos torturadores.
Se trata de clavar la espada de casi un metro cerca de las vértebras para lesionar el corazón o algún vaso sanguíneo importante. Esto es la teoría y no pasa casi nunca. Lo más normal es que la espada sólo acierte a alcanzar los pulmones y que el animal agonice lentamente ahogado en su propia sangre, después de varios intentos infructuosos el toro todavía está vivo, agonizante, gemiendo lastimeramente, vomitando sangre y perdiendo orina, esto enorgullece a los enardecidos que han pagado para ver torturar, están presenciando la muerte del más noble de la plaza.
Finalmente, se le da la puntilla para intentar seccionar la médula espinal. Si la médula no es seccionada sino sólo dañada, el toro no está realmente muerto, sino con un cierto grado de parálisis y es arrastrado vivo y consciente (en Murcia, en septiembre de 1979, el toro se levantó cuando era arrastrado). Aun en el caso de que la médula quede seccionada, la cabeza del toro sigue «viva» unos minutos, por lo que siente perfectamente el dolor al cortarle las orejas. El toro nunca llega totalmente muerto al segundo acto de la carnicería, en esa trastienda de la plaza donde ya no hacen falta lentejuelas para descuartizar.

"Y de repente el toro miró hacia mí. Con la inocencia de todos los animales reflejada en los ojos, pero también con una imploración. Era la querella contra la injusticia inexplicable, la súplica frente a la innecesaria crueldad".
Antonio Gala

La violencia es el único recurso que tienen los incompetentes, la tortura es la peor de las fases de la violencia.
MB